Kuito se hace pequeño para un viajero. Al menos para un viajero como yo, que no soy estudioso de nada y no veo mas que lo que ve una cámara. Claro que me quedan todos los barrios, el viaje a las profundidades, a la manifestación rotunda de todas las desigualdades. Pero ahí no me apetece ir. Ya he visto la pobreza en las aldeas, donde ni bancos tenían para sentarse en las escuelas. Yo creo que ni escuela tenían, pues los dos días que estuve en la aldea de Calenga no hubo clase. La escuela, aquella caseta desangelada, no tuvo a nadie ninguno de los días. Pero a lo mejor le ocurre como a los aviones, que a veces vienen y a veces no. Pero siempre te dicen que hay. Sigue leyendo
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Diecisiete de febrero. De nuevo en Kuito
No está nada mal eso de llamarle al lunes segunda feira. Es un nombre mucho más positivo. Cuando oyes o dices lunes estás pensando en el primer día de la semana, en el comienzo. E, inevitablemente, en tu interior se está produciendo una alarma. En el subconsciente cuando se oye esa palabra, hay un instante inicial de pavor, de urgencia, de toque de generala. Cada uno a sus puestos! se oye gritar a las neuronas y hay apurones por alcanzar en el menor tiempo posible el puesto de trabajo de los lunes. Porque todos sabemos que en el inicio de algo, al comienzo es cuando mayor energía necesitas para vencer la inercia. Dices lunes y estás diciendo, empezamos. En cambio, cuanto mas relajado es decir segunda feira. Dilo. Ya verás como no sientes ninguna prisa en tu interior. Segunda feira, yo puedo pronunciar estas palabras mil veces y no sentir ninguna inquietud. El segundo siempre es menos agresivo, ha perdido esa condición de punta de lanza, de vanguardia. Sigue leyendo
Catorce de febrero. Adios Kuemba, adios.
Eran los últimos momentos en Kuemba. Me levanté temprano, todavía no había amanecido, serían sobre las cinco y diez de la mañana. Necesitaba el tiempo para recoger todo e ir a dar una última vuelta al rio. El Kuemba me había impresionado. Lo mismo que había sabido convertirse en el centro de la vida de la ciudad, también a mi me ha había seducido. El rio y su entorno, incluida la casa arruinada que domina la ciudad y el valle al que se precipita el Kuemba. Sigue leyendo
Trece de febrero. Por las aldeas de Kuemba
Al tercer día en Kuenba te empiezas a plantear que si no será el resto del mundo el que está aislado. Se está bien. Si no fuera por el capricho del Cooperante de ir a tomar una gaseosa al único sitio que tienen donde sentarse cuando, para llegar, tienes que caminar kilómetro y pico bajo un sol de más treinta grados. Es verdad que es un pueblo en el que no hay nada y el atractivo, además del rio y las cataratas, son los restos de un avión y de un tanque destruidos en la guerra. Pero se está bien. Sigue leyendo
Once de febrero. De viaje a Wongo con destino a Kuemba
Mariana vive en una casita edificada en el patio trasero de nuestra casa. Ella es cooperante de PIN, People In Need, y tiene que ir a coordinar unos cursos a Wongo, una localidad, me dicen, que está camino de Kuemba, pero tan solo a una hora de distancia de Kuito. El Cooperante me apunta al viaje para que le haga unas fotos del curso para Rescate Internacional, pues es la que patrocina estas jornadas de formación para el personal de PIN. Quedamos a las siete en la puerta de casa. Sigue leyendo
Diez de febrero. En el mercado de Kuito
Hoy fui al mercado a por avituallamiento, que se decía en el cuartel. Cómo marca haber sido un soldado. No solo te deja el morral lleno de palabras, algunas de poco uso, como avituallamiento, o de menos, como furriel, o de nombres vanos, como Ensaladilla Imperial, sino que también te enseña a valorar el tiempo a cuenta de habértelo hecho perder tanto. Sigue leyendo
Nueve de enero. Otra vez domingo en Kuito
Es domingo en la ciudad. L os vendedores ambulantes han recogido su mercancía la Plaza Espello da Agua, el corazón de este centro asfaltado. Tampoco están en el cruce de la cafetería «Esplanada», ni delante de la tienda la «Moda Tuga», ni junto a la panadería. Es domingo en Kuito, es día de descanso. Hay menos ajetreo y, sobre todo, la gente se ha vestido de domingo. Yo creo que son, sobre todo, los que acuden a sus oficios religiosos, católicos en su inmensa mayoría. Sigue leyendo
Ocho de Febrero. La moda en Kuito
Hoy hace tanto sol y hay tanta luz en todas partes que tengo que buscar un lugar oscuro para trabajar. En los lugares de nuestra casa en que hay silla y mesa es imposible, apenas veía si la pantalla del ordenador estaba encendida. Es por la mañana, claro, las diez y media. Pero estoy desde las siete haciendo fotos e hice tantas que quería ir ya con una primera selección. Sigue leyendo
Siete de febrero. Tomar conciencia en Africa
Constantemente me llegan noticias de la gente que se está esforzando por dar conocer la realidad de África, de proyectos que se están desarrollando para conseguir que mejore un poquito la vida de las personas que viven en este continente. La última, al margen de las que vivo diariamente, es el de los memory books africanos, esos libros que escriben los padres enfermos de sida en los que intentan transmitir a sus hijos, demasiado pequeños para entenderles, sus sentimientos. Sigue leyendo
Seis de febrero. Viaje a Nharea
A las siete de la mañana el Cooperante se detuvo a pensar en cómo podía salvar el día. Todavía estábamos en Kuito y la baja inesperada de una de las personas que iba a acompañarnos trastocaba todos los planes previstos. Simplemente no se presentó. Cuando fue el conductor a recogerlo a su casa no estaba, se había ido a hacer footing. Ves, me dijo el cooperante, lo difícil que es trabajar en Angola. Un argumento más para la conversación que habíamos mantenido la noche anterior. Sigue leyendo