
Estuve en el Gran Teatro de La Habana “Alicia Alonso”. A las nueve de la mañana unas veinte personas aguardaban delante de la puerta a que abrieran. Le pregunté al hombre uniformado que estaba sentado en una silla junto a la puerta, a qué hora abrían y si se adquirían allí las entradas. Era muy delgado y alto, mayor y cargado de hombros, y muy amable. Abren a las nueve y media pero no todos los días hay entradas, me dijo y me quedé perplejo. ¿No tienen entradas todos los días? Le pregunté extrañado. No, no hay entradas todos los días, respondió. Y como me debió ver muy desconcertado trató de aclarármelo: Mire usted, unos días tienen y otros no. ¿Y usted no me puede decir si hoy hay entradas? Pues no, porque yo soy el de seguridad; pero a las nueve y media alguien se asomará por la puerta y lo dirá. Es Cuba, me dije y me fui a ver si desayunaba algo.
Sigue leyendo