
Esta mañana cuando ya me había detenido en la cafetería del Hotel Habana Libre, un viejo vino a hacerme señas desde la cristalera para que saliera a comprarle el diario Juventud Rebelde. Salí a comprárselo y cuando regresaba a mi mesa salía el encargado de la cafetería con la intención de echar al viejo del recinto del hotel, pero ya había desparecido. Ya en mi mesa, le di un sorbo al jugo de guayaba que acababan de servirme y me puse a leer el diario.
Sigue leyendo