A unos australianos se les rompió una de las bicicletas en las que viajaban. Acababan de adelantarnos por una carretera de barro que parecía ir por encima de la meseta más elevada, pues no había nada alrededor que fuera más alto. Nada que se viera, por supuesto. Yo iba caminando con una norteamericana de Mein por el medio del campo, para evitar el barro del camino. Porque aquí después de la lluvia, y esta mañana ya nos había llovido durante algo más de una hora, todo se pone perdido. La tierra es como el barro de un alfarero y en cada paso que das se te adhiere medio kilo de barro a cada bota. Por eso caminábamos por la hierba cuando los vimos detenidos y con una bicicleta en el suelo. Sigue leyendo