La vuelta. 23 de enero de 2016

La ciudad que me espera

La ciudad que me espera

De nuevo en casa. Mañana comenzará la readaptación. El encontronazo con la vida que me espera.   Mis esfuerzos ahora estarán en recuperar el placer por la rutina rota con este viaje, en ejercitarme también en mis obligaciones, en el cumplimiento de mis compromisos, de los que casi siempre lamento haber contraído.   Trataré de evitar la desgana y el aburrimiento que me producen las tardes de lluvia, que aquí son tantas. Me rendiré a… Pero eso será mañana. Hoy estoy roto. Cuatro horas después de haber recogido la mochila en la cinta del último aeropuerto me he dado una larga ducha de agua hirviendo y me he metido en la cama. Me puede el sueño.

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Último día. 22 de enero de 2016

Protocolo

Protocolo

Hoy no hemos podido ir a comer a Tinduf, a la sede de la Minurso, la agencia de la ONU para la convocatoria del referendo del Sahara, porque no teníamos quien nos llevara. Ni Médicos del Mundo ni otra ONG quisieron arriesgarse a llevarnos en sus coches. Por cuestiones de seguros. No se cubren los accidentes de los que no estén de alta en la ONG. Pero parece excesivo que en este mundo anden tan estrechos en riesgos. Pero es así y por esa razón nos hemos quedado unos cuantos aquí varados, viendo pasar el tiempo en Protocolo. Sigue leyendo

víspera de festivo. 21 de enero de 2016

La tienda de las chuches en Bujador

La tienda de las chuches en Bujador

Detrás de la cafetería de La Base de Acnur crece un bambú que en Galicia llamamos del país, son las cañas con las que se siguen construyendo las parras para el vino en el valle del Salnés. En la Base del Transporte, en un rincón de su parcela amurallada, un hombre mantiene un huerto en el que crecen tomates y pepinillos para alimentar a una parte de los trabajadores. En mi vida he comido unos tomates más ricos, me contaba ayer el cooperante responsable de la base. Sigue leyendo

Smara. 20 de enero de 2016

La puerta de la haima

La puerta de la haima

Como suele ocurrir en invierno la temperatura era muy baja a primera hora de la mañana, entre cero y dos grados. Después, conforme va calentando el sol, la temperatura sube y el día acaba transcurriendo con una temperatura muy agradable. Hoy, se me pasó el destemple mañanero sobre las diez, mientras desayunaba un café con magdalenas en la cafetería de La Base, que es como le llama el mundo de la cooperación, nativos y extranjeros, a la sede de Acnur en Rabuni. Sigue leyendo

La inquieta tranquilidad de Tinduf. 19 de enero de 2016

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Las taimas también han vuelta a Aserd tras los derrumbes por las lluvias

A las ocho de la mañana se fue la luz. En la calle, en el termómetro que cuelga bajo la aparato exterior de aire acondicionado del vecino, marca un grado de temperatura. Al mediodía indicará veintitantos. Estamos en el desierto del Sahara y el frío es seco, menos mal.   Los cooperantes tiritan. No quieren arrastrar una ropa de abrigo durante todo el día. Sigue leyendo

Dajla. 18 de enero de 2016

Dajla

Dajla

Es uno de los cinco campamentos de refugiados saharauis que hay en este rincón de Argelia. El Frente Polisario tiene un país organizado en el exilio. Con el nombre de cinco de sus ciudades y el de un héroe muerto (Rabuni) en la guerra, intenta reproducir la organización político administrativa que tendría en el Sahara si no lo hubiera ocupado Marruecos. Rabuni, Aiun, Bujador, Dajla, Smara y Auserd. Esos son sus nombres.   Cada campamento funciona como una autonomía de las nuestras, con su gobierno por campamento, sus provincias y sus ayuntamientos. La intención principal, me imagino, es estar preparados para el día que reconquisten su país. Moral no les falta. Sigue leyendo

Día de Pizza. 17 de enero de 2016.

La cortina de la Panadería

La cortina de la Panadería

Avivando el fuego.

Es domingo, primer día laboral de la semana. El Cooperante está más contento. Se le hacen cuesta arriba los días de descanso. No soporta estar encerrado todo el día en Protocolo. Me lo decía esta mañana mientras caminábamos el centenar de pasos que hay desde el aparcamiento de La Base hasta la primera barrera con los militares. Ya estoy lleno de trabajo, menos mal. Eran las diez de la mañana pero ya llevaba dos horas colgado del móvil y pegado al ordenador. Sigue leyendo

Mercado de Rabuni. 16 de enero de 2016

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Las cabras en su corral.

Las cabras en su corral.

Esta mañana desayunamos en el patio, en la calle, en el espacio que tenemos delante de nuestra casa. Al principio estábamos el Cooperante y yo y en seguida se añadió  un cooperante que vive en frente,  al que llamaremos el vecino,  y que aportó café, queso, galletas y unas aceitunas negras que triunfaron. Poco después, se incorporó otro cooperante que venía con su taza de café en la mano, algo resacoso de la fiesta de ayer, que simplemente se sentó allí a esperar que se le juntara el cuerpo, algo destrozado, con el alma sevillana, siempre ávida de fiesta. Imagino, no doy fe.   Con el segundo me iré el lunes a visitar escuelas  a unos 160 kimlómetros de Rabuni, algo más de dos horas de viaje, me dicen. Ya veremos, pienso Sigue leyendo

Tinduf. 15 de enero de 2016.

Plaza de Tinduf

Plaza de Tinduf

Son las siete y media de la tarde, acabo de salir al patio a estirar las piernas y ya es de noche y la temperatura ha bajado unos diez o doce grados o más desde el mediodía.   A la una hacía un calor de verano, ahora llevo puesto además de un jersey un anorak de invierno y estoy destemplado. Hoy nos pasamos el día fuera. Es viernes, día festivo para los musulmanes. Y es el día en que la Minurso, la agencia de la ONU para la celebración del referéndum del Sáhara, invita a comer a todos los cooperantes de la zona. Son los ricos. En sus dependencias, defendidas con el mismo aparataje que se ve en series como Homeland, pero con hombres solo armados con una pistola en la cintura, hoy éramos unas cuarenta personas. Sigue leyendo

Bujador. 14 de enero de 2016.

Bujador.

Bujador.

 

Anoche cenamos fuera, en el campamento de Bujador, en casa de uno de los saharauis que trabaja con el Cooperante. Cenamos y dormimos en una de las haimas en que ha convertido dos de las habitaciones de su casa. Cenamos muy bien. Un caldo de camello, con algo de pasta y otras cosas que yo no distinguí en lo oscuro, lo que me obligó a ser prudente y servirme muy poco. Tan poco, que pidiendo mil disculpas volví a servirme porque estaba realmente rico. El caldo era fuerte y suficiente para cenar como plato único; pero todavía nos comimos unos fritos como una especie de croquetas cuadradas que sirvieron acompañadas de una ensalada. Sigue leyendo