
Es sábado, no se puede desayunar en cualquier sitio. Los habituales suelen estar cerrados y estos suelen ser los mejores. Intento aprovecharme y pasar de esta primera ingesta, que es como mi médico de cabecera le llamaría al desayuno. Pero no paso, cedo ante un pan con perro. Después me dejo caer por el Habana Libre a tomar una Coca Cola mejicana, que se anuncia “con menos azúcar”. Me parece que en este viaje no voy a perder kilos. Del anterior volví con cuatro menos.
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