
Emprendí viaje a Trinidad a las 8.45 después de ayudar a un buscavidas a convencer a una pareja, un inglés viejo y una cubana madura, de que aceptaran viajar en taxi compartido. Nos costaba solamente 5 cucs más que el autobús de Viazul y tendríamos dos horas menos de viaje. Aceptaron para mi desgracia. El inglés, seguro que descendiente de piratas del caribe, viejo y celoso de la mujer con la que iba, en un descuido o intencionadamente vertió su botella de agua en mi asiento en el momento en que salíamos del coche en la primera parada. No me avisó el bellaco y en la segunda parada, yo que había insistido al taxista en que parase cada poco tiempo por miedo a que el inglés se hiciera pis encima, salí del coche con el trasero empapado. Ni me había dado cuenta.
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