
Nos levantamos temprano, como siempre. A las siete ya había cantado el gallo dos veces y antes de renegar de nada nos fuimos a la calle. Le digo a Nuestro Hombre en La Habana que perdí la tarjeta de internet y no me arrepiento a pesar de que me suelta una bronca inmisericorde, que era como reñían nuestros abuelos. Me debí de levantar feliz porque me hacía gracia enfadarlo y que me riñese. Más tarde no, la discusión fue peor, cuando nos enteramos de que Puigdemont fue detenido en Alemania.
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