DE LEÓN A VILLAVANTE. VEINTISEIS DE ABRIL DE 2015

 

Camino de Chozas de Abajo

Camino de Chozas de Abajo

A unos australianos se les rompió una de las bicicletas en las que viajaban. Acababan de adelantarnos por una carretera de barro que parecía ir por encima de la meseta más elevada, pues no había nada alrededor que fuera más alto. Nada que se viera, por supuesto.   Yo iba caminando con una norteamericana de Mein por el medio del campo, para evitar el barro del camino. Porque aquí después de la lluvia, y esta mañana ya nos había llovido durante algo más de una hora, todo se pone perdido. La tierra es como el barro de un alfarero y en cada paso que das se te adhiere medio kilo de barro a cada bota. Por eso caminábamos por la hierba cuando los vimos detenidos y con una bicicleta en el suelo. Nos acercamos y tratamos de ayudarles.   A mi me tocó hablar con la empresa que le había alquilado las bicis y escuchar la solución que les proponía. En veinte minutos tenéis aquí un taxi que os llevará a Astorga, allí un mecánico tratará de poneros la bicicleta dispuesta para volver a pedalear, les dije tal como me habían dicho. Y las bicicletas? Van en el taxi, dije yo sin convencimiento.   No se lo creían y yo tampoco. Cada bici tenía una capa gruesa de barro. “El taxista se va a negar”dijo alguien y asentimos todos, yo también.

 

Camino de Chozas de Abajo

Camino de Chozas de Abajo

Todo esto que cuento con brevedad se desarrolló durante veinte minutos o algo más. Cuando ya no había nada más que hacer que esperar al taxi, la americana de Mein y yo les deseamos Buen Camino y nos fuimos. Como uno o dos kilómetros más tarde vimos venir un taxi, tamaño grande. Yo lo paré porque estaba intrigado cómo iba a resolver lo de las bicicletas. Después de indicarle que los ciclistas estaban a unos mil quinientos o dos mil metros le pregunté directamente cómo iba a llevarse las bicicletas. No hay problema dijo el hombre sonriente. Mire que están cubiertas de barro. No hay problema, dijo de nuevo sin dejar de sonréir. Nos despedimos y nos deseo un Buen Camino. Un tiempo después apareció el taxi trayendo a los australianos y a las bicicletas. De nuevo volvió a detenerse junto a nosotros porque los australianos querían de nuevo agradecernos la ayuda que le habíamos prestado. Todo bien? le pregunté al taxista antes de que se fueran. Si, todo bien, me dijo. Si es posible hoy mismo le arreglan la bicicleta, agregó.

Los australianos y su bicicleta averiada

Los australianos y su bicicleta averiada

Cuando volvimos a quedarnos solos en medio de aquel páramo la americana decía que no podía creerse que el taxista en aquel coche blanco tan limpísimo hubiera accedido a llevar las bicicletas. Y parecía un hombre muy amable y contento, me dijo. Si, acepté. Era verdad. Aquel hombre parecía que se había propuesto hacernos la vida mucho más agradable a todos. Es como si considerara su obligación tratar de que los peregrinos no se vieran, no nos viéramos, trastornados por el mínimo problema. Parece, dije que yo, que en el camino todo el mundo se propone ser una persona de buena voluntad.

 

La americana de Mein niciando el camino alternativoi

La americana de Mein niciando el camino alternativoi

A esta americana de Mein la conocí después de dejar León y su periferia. Casi ocho kilómetros después de haber salido del hotel donde pasé la noche me encontré en la encrucijada que me anunciaba mi guía. Llegarás a un punto, venía a decir, en que el camino tiene una alternativa. Ahí tendrás que decidir si vas por el camino tradicional, un andadero pegado a la carretera, cuneta por medio, o si eliges un nuevo camino que va por el medio del campo muy alejado de autopistas y carreteras nacionales. Pues ahí, en esa encrucijada estaba la americana preguntándose qué hacer cuando aparecí yo. Le dije, como pude, que tenía que elegir entre el camino tradicional o el nuevo, entre ir junto a la carretera o por el medio del campo. Ella eligió ir por el rural. Yo tardé como dos minutos en hacerlo. Cuando la alcancé caminamos juntos alrededor de un kilómetro. Después de explicarle que en el camino cada uno debía de andar a su paso, le deseé buen camino y me adelanté.

Saliendo de León

Saliendo de León

Volvimos a encontrarnos en el único bar que hay en Fresno del Camino. Un bar con poca oferta, poca limpieza y un dueño poco amable, casi huraño. Yo pedí un bocata de jamón y la americana una ración de empanada. Mientras se la comía estuve atento por si tenía que llevarla al hospital para que le hicieran un lavado de estómago.   Pero la aguantó bien. Ella terminó lo pedido antes que yo y se despidió, pero lo hizo colmándome de alabanzas. Habló de mi de tal manera que tuve que decirle que yo era el que se había encontrado en el cruce, porque creí que se estaba equivocando de persona. Y se rió, y me dijo que no, que no se equivocaba, que era de mi de quién estaba hablando. Y me sentí un poco violento y un poco idiota. Le iba a decir que se equivocaba, que yo era un canalla; pero me callé. Y empecé a tener en cuenta que podría estar empezando a hacerle efecto la empanada. La pinta no la tenía buena y nunca se sabe lo que puede hacer una mala masa y una peor zaragallada en el estómago de un norteamericano. A mi me mata la comida mejicana, por ejemplo.

El bar de Fresno del Camino

El bar de Fresno del Camino

Despedidos, todavía tardé un poco en incorporarme al camino. Acabé con calma mi bocata de jamón de media barra de pan y después salí detrás de aquella americana de Mein, jubilada, madre de dos hijas y abuela de cuatro nietos.   Y tus hijas no están preocupadas por ti? Me había preguntado. No, le respondí. Yo estoy en mi país. Para vosotros España es un país lejano y exótico en el que puede suceder cualquier cosa. Y me respondió diciéndome que su abuelo era catalán y que su hija había estado un año en Madrid al final de sus estudios. Y casi no hablamos más, porque fue en ese momento cuando acabó la empanada,  dio un último sorbo a su café y se puso de pié.  De repente me pareció que tenía prisa. En la despedida   fue cuando me dijo lo que le había parecido yo y se marchó.

Camino de Chozas de Abajo

Camino de Chozas de Abajo

Poco después de dejar Fresno del Camino me adelantó una pareja de italianos a los que ya me había encontrado varias veces desde que dejamos Burgos. Nos saludamos y hablamos algo de lo dura que había sido la jornada de ayer. Me alegró verlos. Creí que nadie se había atrevido con los cuarenta kilómetros y daba por hecho que ya no iba a encontrarme a nadie conocido. Mas tarde, cuando entraba en Oncina de la Valdoncina, estaban metiéndose en una especie de iglú en el que un nativo había abierto una tienda bar. Y, de nuevo, no se vendía nada, todo se regalaba a los peregrinos a cambio de la voluntad.

El Bar del Peregrino en Oncina de la Valdoncina

El Bar del Peregrino en Oncina de la Valdoncina

Después de Oncina el camino volvió a ser de barro. La lluvia caída lo dejó intransitable y allí me encontré otra vez a la americana atrapada en el peso de su botas. No sabía qué hacer. Poco a poco se le había ido adhiriendo barro y ahora cada pié le pesaba más de un kilo. Le grité que se olvidara del barro y que se viniera a caminar por la hierba que estaba mojada y le iría limpiando las botas. Me hizo caso a medias, pues una vez en la hierba insistió en quitarse el barro con palos y con la punta de su bastón, de manera que se paraba cada poco y yo tenía que esperarla.  Así fuimos hasta que vimos a la pareja de australianos detenidos en el camino. Entonces se olvidó de sus botas manchadas y acudimos en su auxilio.

El camino embarrado

El camino embarrado

Había calculado bien cuando le dije a la empresa de las bicicletas que los averiados australianos estaban a unos dos kilómetros de Chozas de Abajo, pues cuando nos cruzamos con el taxi ya estábamos a las afueras del pueblo. En Chozas de Abajo hay un único bar. No es difícil encontrarlo, pues por todo el pueblo hay pintadas que te llevan a él. Está junto a la iglesia que solo se distingue por el extraño campanario que tiene delante. A unas mujeres que cruzaban renqueantes por delante del bar les pregunté si iban a misa de doce. Si señor, para allá vamos. Pero no me parece muy grande la iglesia, les dije. Para las que vamos es bien grande, me respondieron.  Y añadieron: que ahora ya nadie cree en nada. Y las dejé ir sin decirles palabra alguna.

iglesia de Chozas de abajo

iglesia de Chozas de abajo

Bar de Chozas de Abajo

Bar de Chozas de Abajo

A las doce, mientras la americana de Mein y yo hacíamos migas con un suizo de origen serbio, empezó a sonar la campana con tanta violencia y durante tanto tiempo que nos vimos obligados a callarnos. Es el cura que se está vengando del pueblo infiel, les grité  a los que compartían terraza conmigo. No sé si no entendieron o no me escucharon, pero no respondieron nada.     Fue en ese bar mientras repiqueteaba la campana que nos obligaba a guardar silencio cuando yo decidí donde iba a terminar la etapa de hoy. Al estar fuera del circuito tradicional, no había un lugar definido como fin de etapa. Así que todo dependía de las fuerzas de cada uno. Por eso la americana, como me comentó cuando se callaron las campanas, decidió que se quedaría en un albergue de Villar de Mazarife y yo que seguiría caminando 13 kilómetros más, hasta Villavante. El Suizo no entró en estos asuntos, pero me lo encontré a la hora de la cena en el albergue en que yo estaba, el Santa Lucía, el único que existe en Villavante.

 

Camino de Villar de Mazarife

Camino de Villar de Mazarife

Camino de Villar de Mazarife

Camino de Villar de Mazarife

De los tres que estábamos en la terraza del único bar de Chozas de Abajo yo fui el primero en levantarse. Llevaba ya 17 kilómetros y me quedaban todavía otros 17 por delante. Era ya tarde, había perdido mucho tiempo con los australianos y todavía quería parar un minuto en Villar de Mazarife para no caminar los 17 seguidos. Ya me parecía bien hacer trece de un tirón.  Y al final de la jornada

Camino de Chozas de abajo

Camino de Chozas de abajo

En Villar de Mazarife No fue fácil encontrar el bar del pueblo, pero lo encontré frente a la iglesia. Allí, en la pared de detrás de la barra hay colgada una pizarra en el que se pide amabilidad a los clientes.  Dice así:  Un café… 1.80 €.  Un café, por favor… 1,20 €.  Buenos días! Cuando puedas me pones un café, por favor,… 1,00 €.  Y  hay también una foto de los años cuarenta en la que salen casi todos los mozos del pueblo. De todos ellos solo queda vivo uno que tiene 96 años.Me lo dijo su sobrino y no me contó más.  Es una pena, porque la foto da para imaginar todo un libro con la vida de Matarife o, como mínimo, un  verso que deje prendido en el siglo XX este pueblo.  A mi, como todas las fotos en blanco y negro de gente joven, me pringó de melancolía.   Allí, en este Bar Torres,  me quité las ropas de agua y me vine disfrutando del día primaveral que hacía hasta Villavante. Pero no creáis que fue fácil. Siempre resultan duros los últimos kilómetros. Y más, si son en línea recta

La checa escribiendo

La checa escribiendo

Una italiana descansando

Una italiana descansando

En esa distancia vine como jugando con una pareja de checos a darnos el relevo. Eran jóvenes y ella se sentaba de vez en cuando a escribir en un cuaderno pequeño. El juego no estaba acordado, se trataba solo de cedernos el paso cada cierto tiempo. Tampoco era un juego, pero dadas las veces que los adelanté y me adelantaron bien pudiera serlo. También en esta larga caminata final me encontré a una italiana tirada en la hierba y leyendo un libro mientras se comía un bocata. Le pregunté si se iba a quedar en Villavante y me dijo que no sabía, que a lo mejor alcanzaba Hospital de Orbigo. Debió de hacerlo porque por aquí no anda.  Pues ya estoy en el albergue resumiendo la jornada. Para mañana trataré de llegar a Astorga. Ahora mismo voy a ver a cómo anda la cama en La Peseta. Hasta mañana.

Camino de chozas de Abajo

Camino de chozas de Abajo

Camino de Villavante

Camino de Villavante

La foto del Bar la Torre en Villar de Mazarife

La foto del Bar la Torre en Villar de Mazarife

La pizarra del Bar La Torre

La pizarra del Bar La Torre en Villar de Mazarife

Camino de Villavante

Camino de Villavante

Camino de Villavante

Camino de Villavante

Villavante

Villavante

Los checos camino de Villavante

Los checos camino de Villavante

Iglesia de Villar de Mazarife

Iglesia de Villar de Mazarife

Camino de Chozas de Abajo

Camino de Chozas de Abajo

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