Hoy hace tanto sol y hay tanta luz en todas partes que tengo que buscar un lugar oscuro para trabajar. En los lugares de nuestra casa en que hay silla y mesa es imposible, apenas veía si la pantalla del ordenador estaba encendida. Es por la mañana, claro, las diez y media. Pero estoy desde las siete haciendo fotos e hice tantas que quería ir ya con una primera selección.
Me he venido a la cafetería “Esplanada” se llama así, yo nunca me había fijado en el nombre, creí que era cosa del argot de los cooperantes, pero no. Es su nombre oficial. Esplanada”, en portugués. Aquí tampoco puedo hacer la selección de fotos porque no las veo. He tenido que sentarme en la terraza porque en el interior están preparando la sala para la entrega de trofeos del XXVI Campeonato Nacional de Basqueteibol Seniores Feminino de Baloncesto que se está celebrando enfrente, en el Sporting Club Petróleos de Bié. La sala parece que la están decorando los de una productora de cine americana, de las que ruedan películas de sobremesa, la están dejando al más estilo “jolibudiense” (me cuesta hollywoodiense). Pero será así como se intenta, al menos por Kuito, transmitir solemnidad e importancia.
Ayer estuvimos viendo un poco del último partido de la jornada. Iban 18-9 y el tiempo en que permanecimos allí no varió el marcador, ni con los intentos de una personal. Pero tampoco estuvimos mucho. Estaba abarrotado y el pabellón estaba caldeado por el ambiente y por la meteorología. Un sofoco que nos echó enseguida. Lo que me llamó la atención fue ver a los militares. Se les veía bien, eran una mancha de camuflaje en la grada de la izquierda. Un cuadrado perfecto. Ya me imagino al capitán. Tu, Gomes dos Santos, no vas, que nos deshaces la formación.
Lo de los uniformes de camuflaje se las trae y más por estas tierras donde en el verano está todo verde y en invierno todo seco. Ayer el uniforme de los militares en vez de camuflarlos los delataba. Eran una mancha cuadrada de follaje en una grada de camisetas de mil colores.
La gente se viste aquí muy a la norma de Zara, que quizá sea la mundialización de la moda. No, aquí no hay Zara, me imagino que en ninguna ciudad de Angola, pero es igual. La moda de Zara es una síntesis de la moda en el mundo occidental. Será la televisión, será internet, pero la gente conforme va teniendo poder adquisitivo va adoptando esa forma de vestir del mundo occidental. A excepción de los musulmanes, donde la religión y la política se alían con tanta frecuencia. Ahí el razonamiento requiere más detalle. Ahora mismo los dos jóvenes que tengo delante se podrían haber vestido en cualquier ciudad europea o americana.
Me pasaba en Etiopía, en Dire Dawa, que las chicas cristianas iban vestidas como las de Galicia pero lo que no logre averiguar es en dónde se compraban la ropa, aquí me pasa lo mismo. No tengo ni idea donde se compra la ropa la gente. Como no sea en los vendedores ambulantes o en una tienda que se llama Moda Tuga, “moda y zapatos de Portugal” Es lo mas cool, por un poco escribo in, que hay en kuito. Moda Tuga, a los portugueses aquí les llaman “tugas”.
Lo que llevan mal, muy mal, la mayoría de las angolanas y sean del nivel económico que sean, es su pelo. No se llevan nada con su pelo natural. Nada de nada. Es una pena. Necesitan una Angela Davis para que les enseñe a encontrarse a gusto con su pelo natural. Os acordais, de aquella melena electrizada y redonda. Aquí se ven muy pocas. La maoría, la inmensa mayoría, o lo lleva tapado o se ha hecho enganchar unos postizos. Solo las niñas lo llevan trenzado en infinidad de gavillas que mantienen con unas bolas. Las mujeres o llevan directamente peluca o sujetan en las trencitas propias otras trencitas más largas que pueden ser, incluso de colores diferentes. Una pena, porque las ves sufrir. Sobre todo estos días de calor.
Creo que el pelo es el único defecto que se encuentran. Con el resto del cuerpo parece que están encantadas pues son muchas las que no dudan en exhibirlo y enmarcarlo.
El problema del hombre con su propio pelo lo ha resuelto de una manera radical y cómoda, se lo cortan al uno. Todos. Solo he visto a dos personas con el pelo largo. Uno, que es el miserable oficial, que viste harapos y lleva rastas, que vive en la calle y que los días en que llueve o baja la temperatura no duda en hacer una hoguera en medio de la única parada de bus amplia que hay en el centro de la ciudad, frente al palacio del gobierno Provincial. Y el otro fue a un niño de unos diez años que estaba mirando como un joven arreglaba su motocicleta. Nada mas.
Al medio día nos fuimos de compras. Es costumbre que los que vayan a Kuemba lleven lo necesario para sobrevivir una semana. Y a eso fuimos a un super que hay en las afueras de la ciudad, más allá del mercado de Chessindo. Compramos lo necesario para que podamos comer los cinco días que vamos a estar allá.
Después nos fuimos a comer al centro, a la cafetería y restayurante que abrió un supermercado en la planta de arriba. Nos dijeron que se comía al peso y que salía muy barato. Se había acabado esa oferta. Ahora cobraban por un plato, café y bebida 2.000 Kwanzas, 20 $. Yo comí un pescado azul con patatas cocidas y el cooperante un plato de pollo asado. Después de servirnos, un estilo buffet, y cuando íbamos a sentarnos, los otros comensales que había en el restaurante nos invitaron a compartir mesa. Eran dos portugueses, una chica de Benguela y un cubano. El cubano que andaba en mis años, según el cooperante, era el único que no se encontraba a gusto en Kuito. Vine para semana y media y llevo tres meses, dijo. Vivía habitualmente en Luanda y Kuito le resultaba demasiado pequeño, demasiado muerto.
Cuba fue el tema mas comentado en la mesa, pero yo me quedé con un dato que este hombre, que trabaja de consultor para una gran empresa de construcción, dijo de pasada: Los chinos son los esclavos en la actualidad, tienen jornadas de 24 horas e incluso el tiempo que duermen, lo hacen allí, en la misma obra. Y me pareció que de esclavitud sabía algo, porque hablando de sus orígenes nos dio a entender que aunque su apellido pudiera ser catalán Lelup, en Cuba los terratenientes le daban su apellido a sus esclavos, según comentó. Y su fisionomía era de hombre negro aunque su color fuera más claro y su abuela de Canarias.
Por cierto que lo de los chinos me llamó la atención porque ayer mismo, cuando el cooperante y yo pasábamos por delante del colegio de los Maristas, nos llamó la atención que las nuevas aulas que se habían empezado a construir en el pasado mes de julio, ya se habían abierto con el comienzo de este nuevo curso. En apenas siete meses habían construido un edificio. Pintar y barnizar el piso de la Rúa nos ha llevado dos meses. La próxima vez nos llevamos a un chino… y a un marista. Me imagino que tan alta productividad es el resultado del esfuerzo continuado de los chinos y el rezo de los maristas para que los otros no se mueran.
Hoy hizo calor, ha sido un día de verano de los nuestros. Muy agradable, sobre todo sabiendo que por Galicia el invierno está siendo muy duro. Me alegro de haberme largado. Nacer en un lugar con tan mal tiempo habitualmente es una desgracia. Uno se siente, sino ineluctablemente sí muy atado al lugar de nacimiento. Es difícil renunciar a lo conocido, a la familia, a los amigos. A eso, mi padre que era militar, le llamaba patria cuando, en las discusiones de la época, yo le decía que lo de la patria era un invento que no iba conmigo. Y a estas alturas he de reconocer que también yo tengo patria, la Seguridad Social. Ahí si que suscribiría el Todo por la Patria! Y una patria universal. O que fai o viño! Que hoy me he tomado un sorbo largo de la cerveza del Cooperante.
Yo tomo todos los días una pastilla para la malaria. La norma es hacerlo después de la comida del mediodía. A veces me olvido, no la llevo siempre encima, y la tomo cuando me acuerdo, dos o tres horas después de la hora convenida. Ayer me pasé un poco y me la tomé cuando llevaba seis o siete horas sin comer. Vine a casa ex profeso a tomármela y después me marché al super a ver si encontraba unas manzanas que había comprado una vez en donde, precisamente, comimos hoy. No había manzanas, solo piñas naturales sobrevoladas por una nube inmensa de mosquitos, unos limones, algunas ristras de ajos, cebollas y pimientos. Poca cantidad de cada cosa. Yo me vine con un Seven Up, una tabletita de chocolate, un bollo de pan, unas lonchas de queso y una bolsita de diez piezas pequeñas de hielo, hecho a mano por un empleado del super, por la que me cobraron 150 kwanzas. 1,5 $. Me pareció un escándalo. Pero pagué sin hacer ni un mal gesto y eso que me devolvieron 50kwanzas en billetes de 5, para suerte de un hombre que andaba en silla de ruedas que celebró mucho tan reducida ayuda. Y de la que yo me deshice más por liberarme de tanta cantidad de papel que no sirve para nada, más que por solidaridad con aquel inválido. Uno no nació para santo.
Al poco de llegar a casa, cuando ya había llenado un vaso con el hielo e iba abrir el bollo de pan para meter el queso, me sobrevino de repente un malestar que amenazaba con tirarme. Me he envenenado, pensé, sin acertar a imaginar con qué. Me iba quedando sin fuerzas. El romper el celofán de la bandeja con el queso me costó un sobreesfuerzo de voluntad inimaginable. No era capaz de mantener erguido mi cuerpo en la silla. Fue la pastilla, acerté a razonar. Y me alegré. La puta pastilla de la malaria. Lo de después de comer iba en serio y con precisión. Veremos lo que tarda en pasarme el efecto. Con la cabeza rozando la mesa me fui forzando a comerme el pan y el queso que me ayudaba a tragar con el Seven Up. Se había hecho de noche y seguíamos sin luz en casa. Me levanté a por dos velas y un vaso para hacer de palmatoria, pero ya no fui capaz de quedarme en la mesa, me tiré en unas colchonetas que hay encima de unos palets de madera y allí estuve agonizando una hora larga. Pensando en cuando saldría de ese estado. En dos horas, en seis, en doce? Iría a peor? llegaría a perder el conocimiento?. Cuando el malestar fue disminuyendo me atreví a alcanzar la cama. A las diez y media me despertó el Cooperante y ya estaba bien.
Hoy el día va a terminar en una fiesta, la de la despedida de la cooperante checa que se va para el Congo. Yo no se si iré. Mucho cooperante junto. Os lo cuento mañana.
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Me he venido a la cafetería “Esplanada” se llama así, yo nunca me había fijado en el nombre, creí que era cosa del argot de los cooperantes, pero no. Es su nombre oficial. Esplanada”, en portugués. Aquí tampoco puedo hacer la selección de fotos porque no las veo. He tenido que sentarme en la terraza porque en el interior están preparando la sala para la entrega de trofeos del XXVI Campeonato Nacional de Basqueteibol Seniores Feminino de Baloncesto que se está celebrando enfrente, en el Sporting Club Petróleos de Bié. La sala parece que la están decorando los de una productora de cine americana, de las que ruedan películas de sobremesa, la están dejando al más estilo “jolibudiense” (me cuesta hollywoodiense). Pero será así como se intenta, al menos por Kuito, transmitir solemnidad e importancia.
Ayer estuvimos viendo un poco del último partido de la jornada. Iban 18-9 y el tiempo en que permanecimos allí no varió el marcador, ni con los intentos de una personal. Pero tampoco estuvimos mucho. Estaba abarrotado y el pabellón estaba caldeado por el ambiente y por la meteorolog
ía. Un sofoco que nos echó enseguida. Lo que me llamó la atención fue ver a los militares. Se les veía bien, eran una mancha de camuflaje en la grada de la izquierda. Un cuadrado perfecto. Ya me imagino al capitán. Tu, Gomes dos Santos, no vas, que nos deshaces la formación. Lo de los uniformes de camuflaje se las trae y más por estas tierras donde en el verano está todo verde y en invierno todo seco. Ayer el uniforme de los militares en vez de camuflarlos los delataba. Eran una mancha cuadrada de follaje en una grada de camisetas de mil colores.La gente se viste aquí muy a la norma de Zara, que quizá sea la mundialización de la moda. No, aquí no hay Zara, me imagino que en ninguna ciudad de Angola, pero es igual. La moda de Zara es una síntesis de la moda en el mundo occidental. Será la televisión, será internet, pero la gente conforme va teniendo poder adquisitivo va adoptando esa forma de vestir del mundo occidental. A excepción de los musulmanes, donde la religión y la política se alían con tanta frecuencia. Ahí el razonamiento requiere más detalle. Ahora mismo los dos jóvenes que tengo delante se podrían haber vestido en cualquier ciudad europea o americana.
Me pasaba en Etiopía, en Dire Dawa, que las chicas cristianas iban vestidas como las de Galicia pero lo que no logre averiguar es en dónde se compraban la ropa, aquí me pasa lo mismo. No tengo ni idea donde se compra la ropa la gente. Como no sea en los vendedores ambulantes o en una tienda que se llama Moda Tuga, “moda y zapatos de Portugal” Es lo mas cool, por un poco escribo in, que hay en kuito. Moda Tuga, a los portugueses aquí les llaman “tugas”.
Lo que llevan mal, muy mal, la mayoría de las angolanas y sean del nivel económico que sean, es su pelo. No se llevan nada con su pelo natural. Nada de nada. Es una pena. Necesitan una Angela Davis para que les enseñe a encontrarse a gusto con su pelo natural. Os acordais, de aquella melena electrizada y redonda. Aquí se ven muy pocas. La maoría, la inmensa mayoría, o lo lleva tapado o se ha hecho enganchar unos postizos. Solo las niñas lo llevan trenzado en infinidad de gavillas que mantienen con unas bolas. Las mujeres o llevan directamente peluca o sujetan en las trencitas propias otras trencitas más largas que pueden ser, incluso de colores diferentes. Una pena, porque las ves sufrir. Sobre todo estos días de calor.
Creo que el pelo es el único defecto que se encuentran. Con el resto del cuerpo parece que están encantadas pues son muchas las que no dudan en exhibirlo y enmarcarlo.
El problema del hombre con su propio pelo lo ha resuelto de una manera radical y cómoda, se lo cortan al uno. Todos. Solo he visto a dos personas con el pelo largo. Uno, que es el miserable oficial, que viste harapos y lleva rastas, que vive en la calle y que los días en que llueve o baja la temperatura no duda en hacer una hoguera en medio de la única parada de bus amplia que hay en el centro de la ciudad, frente al palacio del gobierno Provincial. Y el otro fue a un niño de unos diez años que estaba mirando como un joven arreglaba su motocicleta. Nada mas.
Al medio día nos fuimos de compras. Es costumbre que los que vayan a Kuemba lleven lo necesario para sobrevivir una semana. Y a eso fuimos a un super que hay en las afueras de la ciudad, más allá del mercado de Chessindo. Compramos lo necesario para que podamos comer los cinco días que vamos a estar allá.
Después nos fuimos a comer al centro, a la cafetería y restayurante que abrió un supermercado en la planta de arriba. Nos dijeron que se comía al peso y que salía muy barato. Se había acabado esa oferta. Ahora cobraban por un plato, café y bebida 2.000 Kwanzas, 20 $. Yo comí un pescado azul con patatas cocidas y el cooperante un plato de pollo asado. Después de servirnos, un estilo buffet, y cuando íbamos a sentarnos, los otros comensales que había en el restaurante nos invitaron a compartir mesa. Eran dos portugueses, una chica de Benguela y un cubano. El cubano que andaba en mis años, según el cooperante, era el único que no se encontraba a gusto en Kuito. Vine para semana y media y llevo tres meses, dijo. Vivía habitualmente en Luanda y Kuito le resultaba demasiado pequeño, demasiado muerto.
Cuba fue el tema mas comentado en la mesa, pero yo me quedé con un dato que este hombre, que trabaja de consultor para una gran empresa de construcción, dijo de pasada: Los chinos son los esclavos en la actualidad, tienen jornadas de 24 horas e incluso el tiempo que duermen, lo hacen allí, en la misma obra. Y me pareció que de esclavitud sabía algo, porque hablando de sus orígenes nos dio a entender que aunque su apellido pudiera ser catalán Lelup, en Cuba los terratenientes le daban su apellido a sus esclavos, según comentó. Y su fisionomía era de hombre negro aunque su color fuera más claro y su abuela de Canarias.
Por cierto que lo de los chinos me llamó la atención porque ayer mismo, cuando el cooperante y yo pasábamos por delante del colegio de los Maristas, nos llamó la atención que las nuevas aulas que se habían empezado a construir en el pasado mes de julio, ya se habían abierto con el comienzo de este nuevo curso. En apenas siete meses habían construido un edificio. Pintar y barnizar el piso de la Rúa nos ha llevado dos meses. La próxima vez nos llevamos a un chino… y a un marista. Me imagino que tan alta productividad es el resultado del esfuerzo continuado de los chinos y el rezo de los maristas para que los otros no se mueran.
Hoy hizo calor, ha sido un día de verano de los nuestros. Muy agradable, sobre todo sabiendo que por Galicia el invierno está siendo muy duro. Me alegro de haberme largado. Nacer en un lugar con tan mal tiempo habitualmente es una desgracia. Uno se siente, sino ineluctablemente sí muy atado al lugar de nacimiento. Es difícil renunciar a lo conocido, a la familia, a los amigos. A eso, mi padre que era militar, le llamaba patria cuando, en las discusiones de la época, yo le decía que lo de la patria era un invento que no iba conmigo. Y a estas alturas he de reconocer que también yo tengo patria, la Seguridad Social. Ahí si que suscribiría el Todo por la Patria! Y una patria universal. O que fai o viño! Que hoy me he tomado un sorbo largo de la cerveza del Cooperante.
Yo tomo todos los días una pastilla para la malaria. La norma es hacerlo después de la comida del mediodía. A veces me olvido, no la llevo siempre encima, y la tomo cuando me acuerdo, dos o tres horas después de la hora convenida. Ayer me pasé un poco y me la tomé cuando llevaba seis o siete horas sin comer. Vine a casa ex profeso a tomármela y después me marché al super a ver si encontraba unas manzanas que había comprado una vez en donde, precisamente, comimos hoy. No había manzanas, solo piñas naturales sobrevoladas por una nube inmensa de mosquitos, unos limones, algunas ristras de ajos, cebollas y pimientos. Poca cantidad de cada cosa. Yo me vine con un Seven Up, una tabletita de chocolate, un bollo de pan, unas lonchas de queso y una bolsita de diez piezas pequeñas de hielo, hecho a mano por un empleado del super, por la que me cobraron 150 kwanzas. 1,5 $. Me pareció un escándalo. Pero pagué sin hacer ni un mal gesto y eso que me devolvieron 50kwanzas en billetes de 5, para suerte de un hombre que andaba en silla de ruedas que celebró mucho tan reducida ayuda. Y de la que yo me deshice más por liberarme de tanta cantidad de papel que no sirve para nada, más que por solidaridad con aquel inválido. Uno no nació para santo.
Al poco de llegar a casa, cuando ya había llenado un vaso con el hielo e iba abrir el bollo de pan para meter el queso, me sobrevino de repente un malestar que amenazaba con tirarme. Me he envenenado, pensé, sin acertar a imaginar con qué. Me iba quedando sin fuerzas. El romper el celofán de la bandeja con el queso me costó un sobreesfuerzo de voluntad inimaginable. No era capaz de mantener erguido mi cuerpo en la silla. Fue la pastilla, acerté a razonar. Y me alegré. La puta pastilla de la malaria. Lo de después de comer iba en serio y con precisión. Veremos lo que tarda en pasarme el efecto. Con la cabeza rozando la mesa me fui forzando a comerme el pan y el queso que me ayudaba a tragar con el Seven Up. Se había hecho de noche y seguíamos sin luz en casa. Me levanté a por dos velas y un vaso para hacer de palmatoria, pero ya no fui capaz de quedarme en la mesa, me tiré en unas colchonetas que hay encima de unos palets de madera y allí estuve agonizando una hora larga. Pensando en cuando saldría de ese estado. En dos horas, en seis, en doce? Iría a peor’ llegaría a perder el conocimiento? Pasadas las nueve fui capaz de subir a la habitación y acostarme. A las diez y media me despertó el Cooperante y ya estaba bien.
Hoy el día va a terminar en una fiesta, la de la despedida de la cooperante checa que se va para el Congo. Yo no se si iré. Mucho cooperante junto. Os lo cuento mañana.
Animo Otero, ademas del envenenamiento lo estas bordando. Saldras airoso de la aventura. Seguimos con el disfrute de tu diario.
Abrazos.
MR