Llegó el cooperante. Mi curiosidad le obliga a ir describiéndonos la Angola en la que vive. Nos movemos por lugares mas rurales, con menos comodidades que las que teníamos en Etiopía, dice. De alguna manera el país está peor, aunque es un país muy rico, afirma en otro momento. Somos muchos y todos queremos hablar con él. Se habla de todo, pero sus experiencias recientes en África no dejan de estar presente en esta conversación de nueve personas. Creo que el umbral de vida es mucho mas bajo, dice en una ocasión. y en otra apunta a que tengo que llevarme un saco y unas sábanas. Y así después ya me quedo yo con ellas. Unas sábanas? Le pregunto. Si, es mucho mejor dormir sobre una sábana que sobre un colchón de los que hay por allí. Me lo dice con la convicción de quien me está revelando un descubrimiento. Vale, llevaré una sábana, le respondo como un alumno aplicado. Y de qué anchura son las camas? Están bien, son cómodas, me dice como ganando tiempo para comprender bien la pregunta. Me doy cuenta que no sabe que las camas tienen medidas estándar. Cómodas? de 90 o de 105 centímetros? Me mira mas sorprendido todavía. Están bien, son anchas, suficientes, me responde. Pero yo insisto y resuelve, como de plaza y media.
Y pienso en las limitaciones de comodidad con las que me voy a encontrar en este viaje. El cooperante lo intuye y me consuela, la casa está bien. Tenemos agua corriente, fría y caliente. Y luz eléctrica, me dice. Bueno, no siempre. Parece que no quiere que me haga demasiadas ilusiones. En algunos lugares solo tendremos electricidad unas tres horas al día.
Y la malaria? Bueno, yo solo he visto un mosquito anófeles en casa. Hay que dormir con la mosquitera y no andar en chanclas. Ni de manga corta, añado. Bueno, no creas que hace calor a donde vamos. Vivimos a 1.600 metros de altitud y es temporada de lluvias. Casi todo el día con un jersey fino y un chubasquero.
Y hablando de lo que usaba para vestirse se acordó de que tenía que comprar unas botas de caminante . Nos vemos después, nos dijo. Y se marchó.