Me despedí de mi madre. No hizo mas que preguntarme si yo me iba contento. Es como son las madres optimistas. Cuando algo que haces no les gusta se contentan con saber que a ti si. Si tu estás feliz yo estoy contenta, es su lema. Mi madre tiene noventa años e insiste en maleducarme. Cómo voy a corregirme? Ella ha sabido encontrar siempre el lado positivo en la vida y continua haciéndolo. Bebe y fuma y lo segundo, en ocasiones, sin moderación. También es difícil que se pase sin un dulce postre de cocina. Por eso a ella le parece un viaje muy difícil el que voy a emprender. No le digo que ya me han retirado de todo eso. Y lo de estar mucho mas delgado es pura coquetería, le digo. Y ella hace que se lo cree. También me preguntó si necesitaba dinero. Me dieron ganas de decirle que si. Soy un ruin. Pero me contuve, soy solo un ruin reprimido. Al final la llevé a casa y me doy cuenta ahora de que me olvidé de desearle Feliz Navidad y Próspero Año Nuevo. La llamaré por la noche.
Etiopía está ahí, a la vuelta de tres noches. Mañana intentaré bajarme todo para leérmelo en el viaje en tren a Madrid y durante los vuelos de avión. El plan no es malo. Si tengo tiempo prometo hacerlo, para no llegar tan desnortado como estoy con este país.
Por cierto yo no voy de onegetista, ni de cooperante, ni de Teresa de Calcuta, ni de Vicente Ferrer. Tampoco voy de turista. Voy de viajero. Y lo del blog es porque Javier me lo dijo como queriendo darme un buen consejo. Le hice caso. Escribir sacia mi ímpetu creativo ahora que no pinto ni me las ingenio para ganar dinero. Asuntos en los que, a pesar de que he brillado con la misma intensidad que esas farolas de jardín que venden en Bricoking y que funcionan con la luz solar, siempre han satisfecho mi necesidad de crear o de expresarme, que siempre he tenido.
Bien, digo esto, de que voy de viajero porque ya me he encontrado a dos tipos, a uno en un kiosco y a otro en plena calle, que me pararon para desearme un buen viaje, dejando entrever que admiraban mi voluntad de irme a un país tan pobre a dar el callo por el prójimo. Ahí me hubiera gustado desencantarles y contarles la verdad por la que he decidido marcharme en Navidad y coger el avión en sentido contrario al que se coge en estas fechas. Pero no me atreví. Siempre he sido flojo en el desencantamiento del prójimo. Y en vez de príncipes y princesas suelo convertir a las ranas y sapos en gente mal encarada y desagradecida. Así que me limito a este blog para desmentir lo que se pueda pensar equivocadamente de mi y de este viaje. Confieso, que me ha costado hacerlo, pues cuando a uno lo toman por buena persona, lo mejor es dejarse querer, que la maledicencia y el desprestigio se alimentan solos en lo que hacemos.